Durante muchos meses los empresarios en México estuvieron bajo el muy rencoroso fuego del presidente Andrés Manuel López Obrador. Recibieron toda clase de insultos y descalificaciones. Siendo candidato, el tabasqueño los calificó como una minoría rapaz y los acusó de sentirse dueños del país. Pero al paso del tiempo algunos privilegiados integraron su consejo asesor para apoyar al nuevo gobierno. A pesar del odio en contra de la clase empresarial, el mandatario finalmente comprendió que sin los capitales e inversiones de la iniciativa privada es imposible gobernar y realizar los proyectos gubernamentales, así como la generación de empleos. Por eso no extraña que a dos años de que finalice el sexenio, López Obrador haya cambiado radicalmente el trato hacia la élite empresarial. Y se entiende porque al Ejecutivo le urgen recursos para inyectarlos a sus obras emblemáticas y programas sociales. A esto se debe la cena hoy en Palacio Nacional.